miércoles, 12 de diciembre de 2012

Aquí vamos...

Tiempo, tiempo...

¡Ay! Quién pudiera detener el tiempo en ese instante justo en el que la vida te regala una gota de ilusión...
Decidiría entonces hundirme en el tormentoso mar de tus ojos que me cuentan de silencios y sinsentidos... Y dejarte caer en los míos que te gritan sus cinco letras incoherentes que tal vez te lastiman más que acarician.
Y ser al fin, los dos, sólo mirada hasta perder conciencia del entorno dejando que todo se vuelva niebla y desaparezca. Hasta el instante mismo de dejarnos caer en ese carrusel que nos atrapa, nos silencia y nos ata de manos, nos impulsa el uno hacia el otro y nos aleja a la vez... Hasta permitirnos disfrutar del torbellino que sólo forman nuestros sentidos, disfrazados de luces y de miedos y de ansias...
Imposible. Siempre inalcanzable ese sueño que nos reúne en un mar plateado, allá lejos, en la esfera de la luna más llena y más brillante cuando la observamos juntos, aunque estés vos allá y esté yo aquí.
Entonces despierto y te veo partir y caigo en la cuenta de que no me detuve lo suficiente a memorizar cada detalle, cada color, cada pliegue de tu ropa… de tu sonrisa. El tono de tu voz, la cadencia de tu paso lento, el adiós de tu espalda… y la fuerza de tu abrazo. Porque simplemente no pude desprenderme a tiempo de la tormenta de tu llegada y tu partida.

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